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Homenaje al Dr. Claudio Gustavo Dadic

Un recuerdo en el día de tu cumpleaños.

Recuerdo tus 38, como si hubieran ocurrido hace una semana. Hasta te podría decir exactamente en qué lugar estaba sentado cada uno, en ese quincho de tantos mágicos momentos . . . Tus viejos, tus hermanos, Mario, Gustavo . . . Recuerdo una pelea "a muerte" . . . entre Lucas y el hijo de Gisella (que iba a ser tu ahijado). . . por. . . ¡ Un Globo Violeta ¡, y cómo te metiste vos a zanjar la cuestión. . . Recuerdo que tu vecino te pidió si podía correr mi auto de su garaje, y que te dí la llave; y que luego volviste con toda la cara colorada, diciéndome, risueño, que no encontraste la forma de poner la marcha atrás, y que lo tuviste que empujar a mano. . .
Recuerdo la alegría de tus hijos al soplar tu torta, en tus brazos . . .
El otro día me enteré que tu esposa sacó el registro, evidentemente los chicos le dan mucha fuerza. . .
Sólo te quería decir, felices 39, hasta el reencuentro ¡

Te dejo este poema de Miguel Hernández:

Yo quiero ser llorando el hortelano,
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.

Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumentos,
a las desalentadas amapolas,
daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado
que por doler me duele hasta el aliento.

Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.

No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.
Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.  

Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.

No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.

Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte,
a dentelladas secas y calientes.

Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.

Volverás a mi huerto y a mi higuera,
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera
de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.

Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irá a cada lado
disputando tu novia y las abejas.

Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.

A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.

(Enviado por Eduardo Pérez Longo).

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