De un hijo . . . . para su padre
Ay, papá cuanto daría
al menos por verte un rato,
nunca entendí tu partida,
mi infancia extrañó tus brazos.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Fue el más pequeño, el travieso,
que de noche recordaba:
mi padre me hacía caricias
para mitigar mis nanas.
Tal vez por eso elegimos
caminar la buena senda
porque mi padre merece
aunque no entiendo su ausencia.
(Mario Bofill).
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