Una carta de Antonio a Gustavo
Este es el texto de la carta de Antonio a Gustavo.
Le agradecemos muchísimo a Antonio que nos haya entregado el texto para publicarlo y poder compartirlo entre todos.
"La carta que nunca hubiese querido enviarte.
Querido hijo:
Cuando viniste al mundo, un enjambre de flores rodearon tu cuna, como eras tan pequeño te protegí constantemnte, te prodigué inteligencia y una vida sana. En cada escalón de tu existencia sufrí a la par de tus enfermedades no separándome de tu lado. Fui parte de tus juegos de niños y a medida que ibas creciendo te alimenté de experiencias para que fueras lo más útil posible a tu vida.
Ya joven forjé una a una tus ilusiones y te ayudé a diferenciar lo que es la bondad de la maldad, cuando sufriste el primer desengaño yo moría contigo, pero te ayudé a sacar fuerzas de flaquezas para que creyeras nuevamente en el amor, tus dolores fueron tan míos como las alegrías que día a día encontraste.
Cuando enfermaste y estuviste cerca de la muerte mi soplo divino te volvió a la vida, porque sabían que eras mis ojos. Si alguna vez te pareció que no atendí tus necesidades, era porque dentro de mí había algo que me decía que cuando fueras hombre te perdería y eso me entristecía por lo que me demoré algunas veces en acercarme a tí. Lentamente fui construyendo tu existencia, dándote el tesoro más preciado que un ser humano pudiera tener: el amor y la comprensión.
Cuando golpeaste a las pueras de mi corazón porque la inexperiencia hacía estragos en tu vida, hallaste todos los tesoros de la sabiduría a tu alcance, cuando la soledad se apoderó de tí porque no entendías a tus mayores compartimos todo el momento al mismo tiempo, también fui testigo fiel de tus fracasos y te alenté con las fuerzas necesarias para que conocieras el sabor de la victoria.
Jamás esperé recompensa alguna porque mi misión es cuidarte y evitar que sufrieras, tus rezos especies de monólogos de a ratos era lo que recibía cuando necesitabas ayuda. La vez que el temor acudió a tí dormí en el suelo a tu lado para que descansaras con la paz que regala la noche, hasta tuve el privilegio que en un fracaso me alzaras la voz, pero mi paciencia tenía todo lo que tu no poseías, la humildad del diálogo ameno.
Un día, ya hombre, entre tantas idas y venidas se cruzó en tu camino el amor y poco la distancia comenzó a alejarte de mi, no creas que te lo reprocho, por el contrario, lo que más deseaba, era tu felicidad, por lo que me regocijaba al verte alegre. Cuando llegó el momento de unirte en pareja te ofrecí todos los milagros, aún los imposibles, acercándote al camino que emprenderías con mi sincero amor.
Hoy cuando los soles de tus días iluminan tus esperanzas, cuando el extásis del hogar inunda tus aspiraciones, quizás no te has dado cuenta de que mí . . . pero eso no importa, el que importa en este mundo eres tú, además debes saber que siempre seguiré protegiéndote para que nunca el dolor se apodere de tí. Si alguna vez me necesitas no me llames con desesperación porque yo siempre estoy a tu lado permanentemente y presto a realizar el milagro que necesites, pero nunca te olvides que tu vida comenzó con un ramo de flores en tu cuna.
Hoy llamé a la puerta de tu hogar, para conversar un rato contigo pero estabas tan ocupado que no quise interrumpirte, de todos modos me quedé esperando que en algún momento salieras a la calle para decirte que hace mucho tiempo que no charlamos juntos, en tu casa o en la mía. A pesar de ello cuando me necesites no tienes más que pronunciar mi nombre que al instante estaré junto a tí.
Tu padre que te quiere mucho.
P.D.: Esta carta fue escrita antes que leyeras la tuya el sábado. ¿Será señal de que no estamos tan alejados?"
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