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Homenaje al Dr. Claudio Gustavo Dadic

Febrero

Capricornio del verano
Solsticio de luz y fuego
El cielo se abre en vertientes
de oro fundido en febrero
mientras todo el aire parece
la incandescencia del cielo.

Verano: limón y arena,
límite final del tiempo.
Cuando cruzan por la orilla
arrodillando el silencio
las mujeres son de cuarzo
y su piel de cobre terso.

Verano: frágil urgencia
del amor y del deseo.
En el pecho de las dunas
abre su sed el silencio
y un cuchillo de semanas 
apura el auge del tiempo.
Todos los dioses estallan
juntos debajo del cielo
y en la cintura del agua
que de nupcial ya está en celo
el sol inventa mujeres
de marítimo desvelo.

Febrero tiene la urgencia
distante de un marinero
que ama y se va muy de prisa
para no atarse al recuerdo.
Y como es muy corto de días
y muy esquivo de tiempo
quiere hacer de cada hora
el doble de su misterio
obligándonos a un ritmo
tan de sal y tan de fuego
que doloridos y ansiosos
los ojos piden al cielo
una clemencia de sombra
y un reparo de silencio.

Espejismo de la playa.
Cuerpos de bronce cayendo
al filo del mediodía
que es brutal de tan sincero.
Sombrillas que se deshojan.
Carpas de refugio incierto.
Y en la garganta un apuro
de una sed siempre volviendo
en tanto la arena arrima
su animal de puro fuego
y el aire se resquebraja
como un pedazo de cuero.

Capricornio del verano.
Mapa impío de febrero.
Pero en el fondo del aire
siempre latente un secreto.

Letra: Carlos Barocela

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