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Homenaje al Dr. Claudio Gustavo Dadic

Yo perdí el mejor amigo

Tal vez en aquella tarde yo perdí el mejor amigo.

Algo que quiero contarle, que fue un simple sucedido,

y que d´entró a mi memoria por casualidad, ahura mismo

que estoy mirando a ese perro y se me antoja perdido.

Fue cierta vez que venía sin mucho apuro, tranquilo,

solo con mis pensamientos, medio chiflando bajito

cuando la veo a mi sombra que se agranda de improviso

y, dónde estiro las vistas, se topan con un amigo…

¡ un perro !. Un perro que de pasada se me cruzó en el camino

y, como tal vez los dos andábamos aburridos,

nos paramos a charlar para despuntar el vicio.

Le dije: – ¿Cómo le va?, ¿Qué anda haciendo, don perrito? -,

y ahí nomás, me contestó con ojos agradecidos

y un movimiento de cola que parecía un abanico,

capaz que quiso decirme: -Ando solo y sin cariño -.

Antes de seguirle el cuento le pinto el animalito:

Era medio color bayo, ni muy grande ni muy chico.

No andaba necesitao porqué lo vi bien comido,

pero solo y sin un rancho que diga: ‘éste es mi sitio’.

Entonces, le seguí hablando: – ¿De dónde diablos ha salido?, 

¡ Seguro que hizo algún daño y lo han echao al camino !. 

Con los ojos volvió a hablarme y me sentí confundido

porqué, con una mirada, el perro mil cosas dijo,

que solo…que solo puede entenderlas el que un perro haya tenido…

y ya se me fue la mano a la cabeza del perrito

y los dos nos dimos cuenta que ya éramos amigos,

y yo seguí caminando y él también hizo lo mismo,

conversando y conversando tal vez, tal vez de “bueyes perdidos”’!.

Después, mire, me puse a pensar… ¡otro perro!, ¡Jesúcristo!,

problemas allí en la casa con la patrona, los chicos

y con los otros dos perros, el ‘Corbata’ y el ‘Solito’…

Le dije: – ¡Fuera, fuera!, ¡apártese del camino!. -  

Pienso que no me entendió, por que me siguió lo mismo.

Y me le puse más serio: – ¿No me entendió?, ¡Fuera, he dicho! -  

Y ahí si, me puso los ojos como ignorando el motivo.

El no podía entender lo que era un problema mío,

si yo no le había contao que era casao y con hijos,

y que en mi rancho otros perros tenían allí su sitio.

No me quiso obedecer, de atrás me siguió lo mismo

y solamente paró cuando le pegué unos gritos

y le tiré, p´asustarlo, un pedazo de ladrillo.

Entonces… entonces ya se quedó sin seguir mi recorrido.

Aunque yo me hacía el fuerte d’entré a sentir un martirio,

por que en la huella dejaba a quién me eligió de amigo

y que hasta había pensao ponerle de nombre el ‘Indio’

y, aunque no quise mirarlo pa´verlo y pa´despedirlo,

se dio la vuelta la cabeza y allá estaba muy solito.

Menos mal que un lagrimón se me cruzó de improviso

y me ñubló la mirada borrándome ese perrito.

Tal vez… ¡tal vez en aquella tarde yo perdí el mejor amigo!

(Letra: Víctor Abel Jiménez)

 

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