Yo perdí el mejor amigo
Tal vez en aquella tarde yo perdí el mejor amigo.
Algo que quiero contarle, que fue un simple sucedido,
y que d´entró a mi memoria por casualidad, ahura mismo
que estoy mirando a ese perro y se me antoja perdido.
Fue cierta vez que venía sin mucho apuro, tranquilo,
solo con mis pensamientos, medio chiflando bajito
cuando la veo a mi sombra que se agranda de improviso
y, dónde estiro las vistas, se topan con un amigo…
¡ un perro !. Un perro que de pasada se me cruzó en el camino
y, como tal vez los dos andábamos aburridos,
nos paramos a charlar para despuntar el vicio.
Le dije: – ¿Cómo le va?, ¿Qué anda haciendo, don perrito? -,
y ahí nomás, me contestó con ojos agradecidos
y un movimiento de cola que parecía un abanico,
capaz que quiso decirme: -Ando solo y sin cariño -.
Antes de seguirle el cuento le pinto el animalito:
Era medio color bayo, ni muy grande ni muy chico.
No andaba necesitao porqué lo vi bien comido,
pero solo y sin un rancho que diga: ‘éste es mi sitio’.
Entonces, le seguí hablando: – ¿De dónde diablos ha salido?,
¡ Seguro que hizo algún daño y lo han echao al camino !.
Con los ojos volvió a hablarme y me sentí confundido
porqué, con una mirada, el perro mil cosas dijo,
que solo…que solo puede entenderlas el que un perro haya tenido…
y ya se me fue la mano a la cabeza del perrito
y los dos nos dimos cuenta que ya éramos amigos,
y yo seguí caminando y él también hizo lo mismo,
conversando y conversando tal vez, tal vez de “bueyes perdidos”’!.
Después, mire, me puse a pensar… ¡otro perro!, ¡Jesúcristo!,
problemas allí en la casa con la patrona, los chicos
y con los otros dos perros, el ‘Corbata’ y el ‘Solito’…
Le dije: – ¡Fuera, fuera!, ¡apártese del camino!. -
Pienso que no me entendió, por que me siguió lo mismo.
Y me le puse más serio: – ¿No me entendió?, ¡Fuera, he dicho! -
Y ahí si, me puso los ojos como ignorando el motivo.
El no podía entender lo que era un problema mío,
si yo no le había contao que era casao y con hijos,
y que en mi rancho otros perros tenían allí su sitio.
No me quiso obedecer, de atrás me siguió lo mismo
y solamente paró cuando le pegué unos gritos
y le tiré, p´asustarlo, un pedazo de ladrillo.
Entonces… entonces ya se quedó sin seguir mi recorrido.
Aunque yo me hacía el fuerte d’entré a sentir un martirio,
por que en la huella dejaba a quién me eligió de amigo
y que hasta había pensao ponerle de nombre el ‘Indio’
y, aunque no quise mirarlo pa´verlo y pa´despedirlo,
se dio la vuelta la cabeza y allá estaba muy solito.
Menos mal que un lagrimón se me cruzó de improviso
y me ñubló la mirada borrándome ese perrito.
Tal vez… ¡tal vez en aquella tarde yo perdí el mejor amigo!
(Letra: Víctor Abel Jiménez)
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