Al llegar
Con ansiedad sostenida
voy arribando a mi pago,
ese es el mejor halago
que a mi se me puede dar.
La tibia arena pisar,
saludarme con la gente
esa que, sencillamente,
feliz se suele brindar.
Ya voy pasando la loma
y se vislumbra el paisaje
que esplendoroso se asoma
en colorido mensaje.
De repente, compungido,
voy cruzando el cementerio
donde se encierra el misterio
de aquellos que ya se han ido.
Allí nomás, al alcance
de mi vista ya menguada
esa Virgen venerada,
La Señora de Itatí.
Y por fin el campanario
de la iglesia parroquial
que se yergue colosal
tan vigente y centenario.
Tantos recuerdos que guardo
de mi niñez inocente,
monaguillo recurrente
de alguna celebración.
Y no es menos la emoción
al pisar la vieja iglesia,
la que el buen paisano aprecia
con cristiana y sana unción.
Y San Antonio, patrono,
se me ocurre, complacido,
al verme restituido
al seno de su heredad.
igual les debe pasar
a residentes viajeros
que con amor verdadero
suelen siempre regresar.
Y después las romerías,
las bailantas, procesión,
eso que llaman unción
en jolgorio y alegría.
(Letra: Salvador Miqueri)
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