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Homenaje al Dr. Claudio Gustavo Dadic

El canto del Oeste

La historia que aquí cuento es una historia
sencilla como el agua,
nació bajo arboledas rumorosas
en donde el viento canta
... canciones que al amor le dan raíces
y a la memoria ramas.

 

Raíces de mi ser que me sostienen
y ramas que me abarcan;
motivos en el viento que regresan
y sombras que acompañan
el lento retroceso de los días
fluyendo a la distancia.

 

HAEDO, es el motivo de este canto
tendido hacia el Oeste
en medio de silencios y de trinos
profundamente verdes;
espacio de la luz en que las cosas
se van y siempre vuelven.

 

EL CANTO DEL OESTE

 

HAEDO, cuando apenas era un sitio

de quintas y veranos,

con viejas casuarinas que subían
al cielo, y en lo alto
tejían un silbido de oro fino
y de caireles claros.

 

Un sitio de veranos y jazmines
y algunas pocas casas,
un sitio de molinos y veletas
girando en las mañanas;
un sitio de glicinas que se azulan
y luego se derraman.

 

Apenas un sencillo caserío
crecido como crecen
las plantas al amparo de la tierra
- las plantas, o la gente -
si el aire es bondadoso con las plantas
igual que con los seres.

 

El canto que aquí canto es muy sencillo
- es casi de entrecasa -;
es tiempo demorado en la memoria
que cae, y se desgrana
lo mismo que los frutos , cuando saben
caer desde las ramas.

 

No había casi nada, pero había
un cielo transparente
y un aire provinciado y parecido
al gesto con que envuelve
la brisa, con sus fértiles abrazos
el oro de las mieses.

 

No había ni un anden ni una parada
había, solamente,
personas que miraban a lo lejos
el humo de los trenes,
o aquel doble camino paralelo
y simple de los rieles.

 

Personas habituadas al silencio
- a ese silencio fértil -
que crece y se derrama sobre el alma
del ser, cuando el ser siente
que el tiempo es como un rio, y sin embargo
también le pertenece.

 

Personas que fundaban, sin saberlo,
un poco de la Patria;
o acaso , por saberlo, preferían
no darle la importancia
inútil del discurso, pero hacerla
de a poco y en voz baja.

 

Aquí comienza el canto, aquí comienza
lo poco que pudiendo
decir, me animo a dar de la memoria;
lo poco que me atrevo.
Raíces de mi ser, que me acompañan.
En ellas me sostengo.

 

(Letra: Carlos Barocela)

 

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