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Homenaje al Dr. Claudio Gustavo Dadic

Me voy

Me voy donde la vida

es un conjunto de ilusiones,

donde el amor y las pasiones

inunden cada uno de mis dias,

donde pueda tener dos corazones

por si uno de ellos tal vez se rompe,

pues quiero que el otro se colme

de ternura, esperanza y emociones.

Me voy buscando un conjunto de sueños

que más que sueños sean proyectos,

pues quiero sentirme siempre dueño

de cada uno de mis actos y mis gestos

pues anhelo reencontrarme con esos días

en que los juegos de la infancia

eran, tal vez, la única preocupación.

Me voy pero les dejo para que me recuerden

mi voz y los latidos de mi corazón;

les dejo mi esperanza de que siempre

el día que viene sea mejor que el anterior;

les dejo los sueños que se agolpan en mi mente

pero no se asusten, me quedo en sus memorias

y les dejo un muy emocionado hasta siempre.

 

La primaria

Hube una vez un niño... Me recuerdo...
un blanco delantal y una cometa,
asomado gorrión en la cornisa
en una incomprensión de suma y resta...
La vida multiplica pero a veces
divide y no nos dan muy bien las cuentas.

Un pizarrón de luto, torvo y grave,
ponía en situación a la materia
y con la boca oscura conjugaba
su barbarie verbal de muchas letras...
(Ese negro animal le devoraba
la carne del recreo a mi impaciencia).

Y entonces, entre abyectos y sus sombras, 
surgía aquella luz del alma tierna
para espantar los miedos del aplazo
con su ya consabida penitencia
y el pupitre era un jardín con mariposas
con un perfume a tiza y madreselvas.

Era como mirar el bien, mirarla,
era como tocar la primavera,
se que a su corazón lo repartía
y que lo daba así, a manos llenas,
como quien parte el pan y da a los otros
sin pensar alguna vez cuanto le queda.

...Y ese nombre de ahí, color recuerdo,
en la parte de atrás de la carpeta,
ese veloz llamado de la sangre
que mezcla la emoción y la vergüenza
fue propiamente el nombre del principio
con que el amor decía la pureza.

Uno... Puede decir que todo pasa,
callarse a los demás sus elocuencias,
negarse a la ternura de haber sido
el niño que una vez lloró al perderla...
O puede ser feliz y hacerse cargo
que nunca se olvidó de aquella escuela.

¡Alto!... Párese ahí “señor del tiempo”
que vengo con un diez en la libreta.

(Letra: Gustavo Machado)

 

El canto del Oeste

La historia que aquí cuento es una historia
sencilla como el agua,
nació bajo arboledas rumorosas
en donde el viento canta
... canciones que al amor le dan raíces
y a la memoria ramas.

 

Raíces de mi ser que me sostienen
y ramas que me abarcan;
motivos en el viento que regresan
y sombras que acompañan
el lento retroceso de los días
fluyendo a la distancia.

 

HAEDO, es el motivo de este canto
tendido hacia el Oeste
en medio de silencios y de trinos
profundamente verdes;
espacio de la luz en que las cosas
se van y siempre vuelven.

 

EL CANTO DEL OESTE

 

HAEDO, cuando apenas era un sitio

de quintas y veranos,

con viejas casuarinas que subían
al cielo, y en lo alto
tejían un silbido de oro fino
y de caireles claros.

 

Un sitio de veranos y jazmines
y algunas pocas casas,
un sitio de molinos y veletas
girando en las mañanas;
un sitio de glicinas que se azulan
y luego se derraman.

 

Apenas un sencillo caserío
crecido como crecen
las plantas al amparo de la tierra
- las plantas, o la gente -
si el aire es bondadoso con las plantas
igual que con los seres.

 

El canto que aquí canto es muy sencillo
- es casi de entrecasa -;
es tiempo demorado en la memoria
que cae, y se desgrana
lo mismo que los frutos , cuando saben
caer desde las ramas.

 

No había casi nada, pero había
un cielo transparente
y un aire provinciado y parecido
al gesto con que envuelve
la brisa, con sus fértiles abrazos
el oro de las mieses.

 

No había ni un anden ni una parada
había, solamente,
personas que miraban a lo lejos
el humo de los trenes,
o aquel doble camino paralelo
y simple de los rieles.

 

Personas habituadas al silencio
- a ese silencio fértil -
que crece y se derrama sobre el alma
del ser, cuando el ser siente
que el tiempo es como un rio, y sin embargo
también le pertenece.

 

Personas que fundaban, sin saberlo,
un poco de la Patria;
o acaso , por saberlo, preferían
no darle la importancia
inútil del discurso, pero hacerla
de a poco y en voz baja.

 

Aquí comienza el canto, aquí comienza
lo poco que pudiendo
decir, me animo a dar de la memoria;
lo poco que me atrevo.
Raíces de mi ser, que me acompañan.
En ellas me sostengo.

 

(Letra: Carlos Barocela)

 

Placidez

Siempre me han gustado los pueblos pequeños,

la gente sencilla sin complicaciones,

las casas bajitas de estufas con leños

y aleros de tejas que habitan gorriones.

Los patios que tienen frondosos parrales,

las calles de tierra donde los troperos

conducen hacienda hasta los corrales

en fletes lobunos, gateados u overos.

Andar los suburbios en noches tranquilas

con estrellas altas siempre titilando,

sentir que nos hace forzar las pupilas

el bulto de un hombre que pasa silbando.

Las sombreadas quintas, la paz de la siesta,

el zumbar de abejas sobre las colmenas,

la magnificencia del sol que se acuesta

tras un horizonte sin torres ni antenas.

Entornar los ojos en las tardes quietas

con rosadas nubes de formas extrañas,

ver los pescadores en sus bicicletas

regresar del río con redes y cañas.

Los que en su añoranza de provincianía

adornan los patios con ruedas de carro

y cuyas mujeres hacen todavía

tiernos amasijos en hornos de barro.

Las grandes ciudades nos roban los sueños,

el tiempo transcurre demasiado a prisa,

se afanan los hombres en vanos empeños

donde no hay espacio para la sonrisa.

En el engranaje de esa lucha amarga

tritura la gente su afán de futuro,

la vida es tan corta, la muerte es tan larga

y para buscarla tienen tanto apuro.

Por eso me gustan los pueblos pequeños,

la gente sencilla de sonrisa franca

que beben cerveza en bares costeños,

pantalón de Grafa y alpargatas blancas.

En esos lugares casi siempre encuentro

la placidez pura de lo suburbano,

donde puede el hombre crecer desde adentro

que es lo más hermoso del género humano.

(Letra: Argentino Luna)

Cumpleaños

Hoy recordamos a Gustavo en el día de su cumpleaños.

Hoy Gustavo hubiera cumplido jóvenes 46 años y a todos nos resulta increíble que nos dejó hace ya casi 8 años, cuando tenía tan solo 38 años.

Todos, tu familia y tus amigos, que te recordamos permanente, elevamos y pedimos una oración en tu memoria y que descanses en paz.

Al llegar

Con ansiedad sostenida

voy arribando a mi pago,

ese es el mejor halago

que a mi se me puede dar.

La tibia arena pisar,

saludarme con la gente

esa que, sencillamente,

feliz se suele brindar.

 

Ya voy pasando la loma

y se vislumbra el paisaje

que esplendoroso se asoma

en colorido mensaje.

De repente, compungido,

voy cruzando el cementerio

donde se encierra el misterio

de aquellos que ya se han ido.

 

Allí nomás, al alcance

de mi vista ya menguada

esa Virgen venerada,

La Señora de Itatí.

Y por fin el campanario

de la iglesia parroquial

que se yergue colosal

tan vigente y centenario.

 

Tantos recuerdos que guardo

de mi niñez inocente,

monaguillo recurrente

de alguna celebración.

Y no es menos la emoción

al pisar la vieja iglesia,

la que el buen paisano aprecia

con cristiana y sana unción.

 

Y San Antonio, patrono,

se me ocurre, complacido,

al verme restituido

al seno de su heredad.

igual les debe pasar

a residentes viajeros

que con amor verdadero

suelen siempre regresar.

 

Y después las romerías,

las bailantas, procesión,

eso que llaman unción

en jolgorio y alegría.

 

(Letra: Salvador Miqueri)

 

 

 

 

 

La niña de la siesta

El sol de la niñez era distinto,
pintaba de trasluz y transparencia
las sombras pobladoras del baldío
que daban hacia el sur de la inocencia.

La hora de los duendes despertaba
apenas se dormían las abuelas
y el pájaro morado del verano
volaba tiempo arriba en las cometas.

Entonces con su verde y su sonrisa
un ángel se asomaba por la puerta
y así en puntas de pié, sin hacer ruido,
nos íbamos del mundo en bicicleta…
La niña era el perfume a flores rojas
del aire chiquitito de la siesta.

Incendios en la piel, camisa rota,
el vértigo al tapial sube y se trepa
por ramas con espinas de nostalgias 
que duelen con dolor de penitencia.

Oculto en un renglón dejé su nombre
ninguno de los dos supo que era
un cuento que empezó por travesuras
y al que le puso fin la adolescencia.

La niña y su perfume a flores rojas
un día no volvieron por mi puerta,
jugando a hacernos grandes nos perdimos
acaso sin saber cómo se juega…
El niño que hay en mi sigue esperando
que pases a buscarme alguna siesta.

(Letra: Gustavo Machado)

Caballito de palo

Caballito de palo de las gestas de infancia

libertarias del mundo de la imaginación,

cuando había en las siestas un país de fantasmas

en las horas de un cuento donde el héroe fui yo.

 

Galopaba mi niño la aventura incansable

hasta entrada la tarde por su lomo marrón,

un llamado a retreta en la voz de mi madre

para hacer los deberes y aprender la lección.

 

Y cruzábamos juntos por esteros y cuestas

persiguiendo villanos robadores del sol

caballito de palo, rinconcito del alma,

un relincho a lo lejos me está hablando de vos.

 

En tu arisca ternura cabalgué los paisajes

de la selva gigante que emulaba el malvón,

una pila de escombros: las montañas del Andes,

algún charco, los mares y un fusil de cartón...

 

No se bien por qué cosas sucedió la distancia

al tranquito, una tarde, se me fue y no volvió

a qué olvido sin huella te llevaste la infancia

caballito de palo del andar retozón.

 

Y ya nunca volvimos por esteros y cuestas,

al galope latiendo dentro del corazón

caballito de palo, rinconcito del alma,

el villano del tiempo al final nos ganó.

 

El villano del tiempo nos robó la ilusión.

 

(Letra: Gustavo Machado)

Estoy volviendo

Me vuelvo para Corrientes

llevo todo lo que tengo,

un colchón y la esperanza

que vibra dentro del pecho.

No solo la geografía

me hace señas desde lejos,

sino el alma de la gente

que reclama mi regreso.

Vine por necesidad

y hoy me vuelvo tras el sueño

de habitar el territorio

que poblaron mis abuelos.

Aquí aprendí a valorar

las cosas que ya no tengo

aunque valga mi trabajo

no se compran los recuerdos.

Me voy porque comprendí

que unos pesos más o menos

no me pagan la nostalgia

que yo tengo de mi pueblo.

Me acompaña un pensamiento

que se vuelve canto y ruego

por aquellos que no pueden

ni soñar como yo sueño.

Vine por necesidad

y hoy me vuelvo tras el sueño

de habitar el territorio

que poblaron mis abuelos.

Aquí aprendí a valorar

las cosas que ya no tengo

aunque valga mi trabajo

no se compran los recuerdos.

(Letra: Toto Sehman)

Algunas amistades son eternas

Algunas veces encuentras en la vida
una amistad especial:
ese alguien que al entrar en tu vida
la cambia por completo.
Ese alguien que te hace reír sin cesar;
ese alguien que te hace creer que en el mundo
existen realmente cosas buenas.
Ese alguien que te convence
de que hay una puerta lista
para que tú la abras.
Esa es una amistad eterna…
Cuando estás triste
y el mundo parece oscuro y vacío,
esa amistad eterna levanta tu ánimo
y hace que ese mundo oscuro y vacío
de repente parezca brillante y pleno.
Tu amistad eterna te ayuda
en los momentos difíciles, tristes,
y de gran confusión.
Si te alejas,
tu amistad eterna te sigue.
Si pierdes el camino,
tu amistad eterna te guía y te alegra.
Tu amistad eterna te lleva de la mano
y te dice que todo va a salir bien.
Si tú encuentras tal amistad
te sientes feliz y lleno de gozo
porque no tienes nada de qué preocuparte.
Tienes una amistad para toda la vida,
ya que una amistad eterna no tiene fin.
(Autor: Pablo Neruda)

Al final

Cargo culpas de todos mis amores
-lo confieso ante los ojos de la vida-
y por eso no me quejo de la herida
ni las cuentas que me cobran los errores.

Entre sombras y fugaces resplandores,
con promesas de volver (en las partidas)
se me fue la primavera, distraída.
No me duelen las espinas, si las flores.

Hoy habito las esquinas de tu olvido
donde siempre vivirá lo que no ha sido,
donde rezan, su misal, las esperanzas…

Para ser el que al final hube querido,
el que tanto me pediste y no he podido,
una vida, solamente, no me alcanza.

(Letra: Gustavo Machado)

Cosas de mi pueblo

 

 

 Extraño de mi pueblo muchas cosas

 por ejemplo los mates de Mercedes,

 los dichos infaltables, los apodos,

 los asados del Beto cada jueves.

 

 La vida cotidiana y sus esquinas,

 o las siestas del verano, cuando llueve,

 al loco del andén que con sus gritos

 anunciaba la llegada de los trenes.

 

 La risa contagiosa de Gabriela,

 esa forma tan sencilla de mi gente,

 las rosas que plantó Doña Esperanza

 (me la vuelven a nombrar cuando florecen).

 

 Extraño en las veredas de la noche

 sonrojada la luna por los duendes,

 y el beso que no fue cuando nos dimos

 las estrellas, con un cielo a la intemperie.

 

 Disculpen si les muestro las postales

 del alma en mi cajón de los recuerdos,

 conmigo van por años y lugares,

 transitando por las calles de mi pecho.

 Será tal vez por eso que si canto

 me viene siempre el nombre de mi pueblo,

 -perdónenme este amor a mis raíces-

 yo nunca me olvidé de donde vengo.

(Autor: Gustavo Machado)

 

 

Patio

Acaso las glicinas lo fundaron

debajo de ese sol que enceguecía

un tapial de ladrillos, remendado,

con alambre y tejido, dividía.

 

El árbol le creció sobre el costado

que daba hacia la sombra -su poesía-

una canción de hogar que no ha olvidado,

que el mate de mi madre la escribía.

 

Mi patio era la flor que ha perfumado

con pájaros, la luz que amanecía,

paisaje del asombro cotidiano,

la lluvia cada tanto que venía,

mi patio es donde el tiempo me ha sembrado

el alma para el resto de los días.

 

Acaso era el país donde el granado

tenía por jazmín su ideología,

domingos con mi viejo y sus asados,

las siestas que la radio transmitía.

 

Tropiezos de la luna que han dejado

la marca de su ayer en carne viva,

un fondo de botellas y oxidados

los hierros de un rincón de fantasías.

 

Mi patio es una angustia que ha brotado

por no callar sus verdes melodías

las ramas del ayer se le han quebrado

cargadas de su azul melancolía

mi patio es una flor que del pasado

me sigue perfumando... Todavía.

(Autor: Gustavo Machado)

Refugio de los poetas

Esta manera de cantar despacio,

este refugio azul de los poemas

es el único modo de mi sangre,

es la última forma que me queda.

A veces cuando canto me pregunto

si mi canto te sirve tan siquiera

para prender la luz de algunas sombras,

para mirar el fondo de tu pena.

Si una sola canción te acompañara,

si una palabra a tiempo te sirviera,

está cumplido este destino incierto

de jugarme la vida en un poema.

(Letra: Ignacio Anzoategui – Carlos Barocela)

 

Autoretrato

Soy apenas ese simple cantor del lugar

que nació en los cincuenta,

tiempo aquél de la hazaña de Maracaná

y la Suiza de América.

 

Y crecí entre campito con sol

moñas contra el cordón,

héroes y bandoleros,

sueños de aventurero.

 

Soy apenas ese simple cantor del lugar

que nació en los cincuenta,

tiempo aquel del tranvía, real y vinten

del país de la siesta.

 

Desperté con los Beatles y el Che,

con Vietnam y la vez

que llegué hasta tu puerta,

sueños de adolescencia ¡

 

Y aprendí veintitantos después

cuanto puede doler

la sangre en la vereda,

no callé y entre líneas canté

porque un pueblo de pie

sostenía la espera

por Mariana y Elena.

 

Y aunque se que el reloj no detiene su andar

y hay ausencias presentes,

llevo heridas que cuesta cerrar,

hay olvidos que queman

y memorias que engrandecen

y asignaturas pendientes.

 

 Y ahora debiera confesar

 que amo a esta tierra como amo la vida

 porque he nacido aquí en este lugar

 esquina sur de la vieja utopía.

 

Y no me engaño con cantos de sirena

ni la razón de la melancolía,

yo canto así porque me duele en lo hondo

todas las cosas de la gente mía.

 

Y ahora debiera confesar

que sigo fiel a todas mis memorias,

razón de más para creer que puedo

seguir cantando a cuenta de esta historia.

 

No me resigno a vivir desarraigado,

el primer mundo y su fulgor no me enamoran,

yo sigo aquí cantando en uruguayo

aunque parezca haber pasado de moda.

 

Quiero seguir sintiéndome uruguayo

aunque parezca haber pasado de moda.

 

Soy apenas ese simple cantor del lugar

que nació en los cincuenta,

tiempo aquél de la hazaña de Maracaná

y la Suiza de América.

(Letra: Eduardo Larbanois – Mario Carrero)

Vinten: antigua moneda de cobre de Uruguay que equivalía a dos centavos de peso.

Somos

Somos como esos viejos árboles 

batidos por el viento, que azotan en el mar.

Hemos perdido compañeros,

paisajes y esperanzas en duro batallar.

Vamos, a echar nuevas raíces

por campos y veredas, para poder andar.

Tiempos cubiertos con las manos, 

los rostros y los labios, nuestra fraternidad.

Somos como la humilde adoba 

que cubre contra el tiempo la sombra del hogar.

Hemos perdido nuestra historia, 

canciones y caminos en duro batallar.

Vamos a echar nuevas raíces

por campos y veredas para poder andar.

Tiempos, futuros y anhelados, 

de manos contra manos izando la igualdad.

Somos igual que nuestra tierra, 

suaves como la arcilla duros del roquedal.

Hemos atravesado el tiempo 

dejando en los secanos nuestra lucha total.

Vamos a hacer con el futuro 

un canto a la esperanza y poder encontrar

tiempos cubiertos con las manos,

los rostros y los labios que sueñan libertad.

Somos como esos viejos árboles.

(Letra: José Antonio Labordeta)




Diciembre

DICIEMBRE

Carlos Barocela

Del libro Estaciones de un Paisaje

Festividad del verano. 
Natividad de la brisa.
Diciembre se reconoce 
en el rostro de la niña
que se mira con asombro,
sin darse cuenta que mira
todo un verano que espera
debajo de su sonrisa,
cuando el año nuevo traiga
un gusto para la vida
y un rumor de besos nuevos
sobre la arena amarilla

Ya la acacia se arrepiente.
Ya el aromo se confina
a un verde sin amarillo.
Ya el tamarisco se inclina.
Y la lenta cortadera 
de cabellera sencilla
reconoce sus oficios
y se prepara a la fina
costumbre de andar al viento
que le viene de la orilla
Porque diciembre prepara
un verano en cada esquina.

Diciembre de luz discreta.
Diciembre de cristalina
concavidad del silencio.
Tibio diciembre en la Villa.
Andamos con el verano
encendido en las pupilas
y con un rumbo secreto
que nos acerca a la vida.
Mirando arenas sin nadie
y remansos en la orilla
que sabrán pronto del aire
que se le enciende a las niñas

Y todo guarda un secreto:
el verano se avecina.
Viene buscando cinturas
y averigüando glicinas
Corazones convencidos
y niñas poco aprendidas.
Porque el verano aconseja
los refugios de la orilla
y diciembre sin verano
es casi verano y niña

Diciembre de luz discreta.
Diciembre de cristalina 
concavidad del silencio.
Tibio diciembre en la Villa.

Noviembre

Noviembre
Carlos Barocela
Del libro: Estaciones de un Paisaje

De tanta luz me he cegado.
De tanta luz estoy ciego.
Noviembre tiene faroles 
incrustados en el pecho. 
Día de todos los Santos.
Día de todos los muertos.
Hemos venido a la villa
con almanaque y con tiempo
y de pronto comprendimos
que el tiempo estaba tan lejos
que ya nada nos asía
como si hubiéramos muerto.

( Día de todos los Santos.
Día de todos los muertos.
Noviembre se ha complicado
en confundirnos el tiempo.)

Miro una acacia amarilla.
Miro una duna, y el vuelo
perfecto de una gaviota
que va subrayando el cielo.
Miro las cosas que miro
como si fuera el primero
que las mira. Miro el pino
que se inclina desde lejos
y el aire que lo vigila.
Miro el laurel. Miro el cedro.
Miro las cosas mirando
mi forma de verse en ellos.

(Día de todos los Santos.
Día de todos los muertos.
Noviembre se ha complicado
en confundirnos el tiempo.)

Miro una mujer que pasa.
Miro un reborde de viento.
Miro un mar que me devuelve
la mirada que le ofrezco.
Miro un cielo de cipreses
y una siesta de silencio.
Y miro un hombre que mira
un niño que se va yendo
en cabalgatas de infancia
hacia un horizonte muerto.
Y me miro, finalmente,
desdibujado en el tiempo.

(Día de todos los Santos.
Día de todos los muertos.
Noviembre se ha complicado
en confundirnos el tiempo.)

Pescador de caña lacia
que va interrogando el cielo.
Caminamos por la playa
buscando un poco de viento
y alguien viene a nuestro lado 
como un lazarillo tierno:
el niño que alguna tarde 
fabricamos en silencio
todo henchido de noviembre
todo sediento de puertos.
El niño que ama el paisaje
donde fundó sus recuerdos.

(Día de todos los Santos.
Día de todos los muertos.
Noviembre se ha complicado
en confundirnos el tiempo.)

Acacia casi amarilla.
Aromo casi desierto.
Pino que intenta la altura.
Mar que viene desde lejos.
Hemos venido a la Villa
buscando recuerdos muertos
y el sol nos ha recibido
con su inclinación de cielos.
Y ya somos casi el niño.
Y ya somos casi el viejo.

(Día de todos los Santos.
Día de todos los muertos.
Noviembre se ha complicado
en confundirnos el tiempo.)

Octubre

Carlos Barocela
Del libro Estaciones de un Paisaje

Un festival de amarillo
que organizan los acacios
se inaugura lentamente
como si yendo despacio
pudieran asegurarse
la certeza del verano.
Y el aromo contribuye
con su redondo dorado.
Corazón de primavera
se nos va abriendo en la mano.
Octubre viene viniendo:
el mar se elige plateado
y los pinos perseveran
en su verde fresco y alto
mientras el álamo eleva 
su perfil acostumbrado

Por las calles de la Villa
vamos andando despacio;
el tiempo no tiene apuro
aunque ya lo tenga el año.
Octubre viene de lejos
y nos encuentra cercanos
mientras miramos en calma
escaparates cerrados
o escaparates abiertos 
que nos cuentan del verano

El suelo de verde verde.
El aire de azul callado.
Y los recuerdos antiguos 
se hacen futuro, que vamos
averiguando en el cielo
la promesa del verano.
Un álamo nos vigila
en su altura encaramado
y el aromo, precavido,
nos avecina sus ramos
redondos de un terciopelo
amarillo como el cuarzo.

Y hasta el ciprés que ha nacido
demasiado mesurado
se arrepiente de su ceño
y ya casi avergonzado
mece su altura de viento
como buscando un abajo
donde la vida recuenta
los pormenores del canto.
Porque octubre es diferente
entre los meses del año
Octubre tiene nociones 
que parecen de muchacho
por la avidez de su cielo
y su locura de pájaro.

Por su frecuencia de luces
y su cielo exagerado.
Por su clamor y su fiesta.
Por su milagro de acacios.
Octubre tiene, en la Villa,
la dictadura del año

Septiembre

Carlos Barocela
Del libro "Estaciones de un Paisaje"

Sopla el Sur y sopla el Este
vientos de rama y arena.
Vamos bebiendo a septiembre
en copa de primavera.
Alguien nace en los confines
con una confianza buena
en la victoria del verde
sobre el ruin de la tristeza,
y en tanto una flor comienza
en una rama cualquiera
el corazón se recuenta
su asombro, ya sin cautela.

Carro arenero cruzando.
Hombre de mano serena.
Su camisa frente al viento
insiste en serle bandera
mientras la pala clavada
en la montaña de arena
parece un mástil pidiendo
el abrigo de una vela
(Lo miramos desde lejos
en su labor arenera
en tanto el aire se envuelve
alrededor de sus piernas)

Sopla el Norte y el Oeste
vientos de rama y arena.
Resurrección de los verdes
y del oro que se acerca
con su albedrío de luces 
desde una provincia ajena
mientras septiembre, goloso,
lo ve llegar y lo espera.
Si vamos por los caminos
que huelen a primavera
vemos brotar un milagro
en cada mirada nuestra
porque septiembre se deja
beber como un agua buena.

Caminante de la Villa.
Frecuentador de la arena.
Hay que aprender el asombro
cuando septiembre regresa.
Hay que llenar la memoria
de esta frescura tan fresca
y entenderse con la vida
como quien recién la empieza.
Y si un tamarisco tiene
la sencilla gentileza
de ofrecernos su rocío
agradecerle la ofrenda
nomás con una discreta 
inclinación de tristeza.

(Muchas gracias Daniel Altopiedi)